La ADAPTABILIDAD asegura el éxito sostenido, por Ana Martínez, CEO de Magaiz #CompetenciasCampus
- Publicación: 15 de octubre del 2025
- Colabora: Ana Martínez
- Colabora: MAGAIZ
Con una sólida formación y una amplia experiencia en Alta Dirección de empresas, Ana Martínez ha sabido modernizar y transformar el negocio sin perder sus valores humanos. Bajo su liderazgo, Magaiz ha situado la sostenibilidad y la innovación en el centro de su estrategia, impulsando proyectos pioneros como el primer ascensor solar en Aragón. Su capacidad para combinar tradición e innovación le valió el reconocimiento como «Mejor Directivo de Aragón 2021» por ADEA.
Ana es hoy una figura de referencia en la dirección empresarial aragonesa, ejemplo de liderazgo comprometido y visionario.

Ana, te defines como optimista y amante del cambio. ¿Cómo ha marcado la adaptabilidad tu estilo de liderazgo al frente de Magaiz?
La adaptabilidad es una condición necesaria —imprescindible— para que una empresa evolucione, hoy más que nunca. No es un concepto nuevo: ya lo apuntaba Darwin, no permanece el más fuerte, sino el que mejor se adapta. Si desde la dirección no abrazas la idea de cambio constante, de ajustarte a lo que viene y de anticipar aquello que intuyes que llegará, la sostenibilidad en el tiempo es inviable
Magaiz es una empresa con casi un siglo de trayectoria. ¿Cómo habéis sabido adaptar vuestra esencia histórica a los retos actuales de innovación y tecnología?
Para mí, adaptabilidad e innovación van de la mano. Muchas innovaciones nacen como tales y, con el tiempo, pasan a formar parte de la normalidad. Ser capaces de ver que lo “nuevo” se integrará en nuestra esencia futura es lo que sostiene a la empresa. Como pyme, lo vivimos con un ejemplo concreto: la factura electrónica. Primero la implantan las cotizadas, luego las grandes empresas y, si eres pyme, debes tener claro que te llegará. La innovación es como ponerse unas “gafas de regreso al futuro”: entender que algo va a llegar y prepararte para integrarlo cuando pase a ser cotidiano.
Dices que nunca hay que olvidar lo humano en las organizaciones. ¿Qué papel juega la adaptabilidad para mantener los valores esenciales mientras se transforman procesos y modelos de negocio?
Las empresas son personas, y más que “gestionar personas” prefiero hablar de gestionar las relaciones entre ellas. El gran reto es que, por naturaleza, a la gente no le gusta cambiar: mover a alguien de mesa puede ser un drama. Puedes tener muy interiorizada la adaptabilidad, pero si el equipo no se sube al carro, no avanzas a la velocidad deseada o, sencillamente, no alcanzas el objetivo. Ninguna empresa crece por un directivo brillante ni un equipo gana por un solo jugador excelente. Prefiero no tener a “un Messi” si el resto del equipo es sólido: con un crack y dos muy flojos no llegas lejos.
Has recibido el premio “Mejor Directivo de Aragón 2021” en gran parte por tu visión y capacidad de adaptación. ¿Qué aprendizajes extraes de haber guiado a la empresa en contextos de cambio?
Los aprendizajes son continuos. El río que pasa hoy no es el que pasó ayer; nosotros tampoco somos los mismos: las células que tienes hoy no son las de ayer. Decir “no me gustan los cambios” es negar la realidad. Además, hay transformaciones que no controlas: por mucho que planifiques, aparece una disrupción externa y te obliga a adaptarte. Tu capacidad de adaptación es la que te permite sobrevivir; sin ella, la alternativa es desaparecer.
Desde tu experiencia, ¿cómo se puede fomentar la adaptabilidad en los equipos para que vean los cambios no como amenazas, sino como oportunidades de crecimiento y bienestar?
Ojalá existiera una varita mágica. Para mí hay dos claves: el ejemplo y la coherencia. Cuando lideras, muchos ojos te observan y cada gesto comunica. Y, junto a eso, la formación: abrir mentes con charlas y experiencias hasta que se produzca el “click”. No todos hacen ese “click” a la vez, pero no hay que rendirse. Ayuda contar con personas dinamizadoras que tiren del resto: somos gregarios; si empiezan tres, luego irán diez, quince, treinta. Es un proceso que requiere paciencia y equilibrio, porque la empresa debe ser productiva y dar resultados al tiempo que acomoda esos cambios.
Magaiz apuesta por la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. ¿Cómo ayuda la adaptabilidad a integrar estos valores de forma real en la estrategia empresarial?
Volvemos al inicio: observar lo que viene y actuar. Hace años detectamos que las grandes empresas hablaban de descarbonización y nos preguntamos qué significaba para nosotros. Empezamos a tomar medidas como pyme, con un compromiso claro, aun sabiendo que la innovación al principio es ingrata: predicas en el desierto y te cuesta dinero, mientras tu competencia quizá no asume ese coste. Aun así, creemos en tener un propósito que te eleve —más si te dedicas a ascensores— y en dejar un mundo mejor. Eso nos ha llevado a certificarnos en ISO 14000, a explorar el ascensor solar y a mantener el rumbo, aunque al principio muchos no lo entendieran y te preguntasen “¿para qué te complicas?”. La diferencia está precisamente en decidir complicarte por convicción.

Vuestro lema es “convertir obstáculos en caminos”. ¿Qué papel juega la adaptabilidad en el diseño de soluciones de accesibilidad que respondan a las necesidades de cada persona?
Todo. Poner un ascensor en obra nueva, con huecos perfectos y paredes rectas, es replicable. Lo complejo —y hermoso— es intervenir en un edificio de la calle Alfonso donde cambian las alturas entre plantas y adaptar un equipo que devuelva libertad y autonomía. Nuestro propósito es dar libertad a quienes, sin estas soluciones, no la tendrían. Por eso ampliamos la mirada: de nada sirve el ascensor si al salir hay una puerta de hierro pesada que te impide pasar. Empezamos en los años 90 instalando puertas automáticas cuando casi no existían en Zaragoza y Aragón. Era tan innovador que no era “su momento”: había miedos y resistencias. Con el tiempo —y, curiosamente, tras la pandemia y la cultura de “no tocar”— el mercado lo ha entendido. También ayuda la “envidia sana”: si en el portal 14 ponen puerta automática y ves a alguien entrar con la bici sin tocar nada, la quieres. Nuestro objetivo es ofrecer soluciones arquitectónicas y también económicas, para que la accesibilidad sea posible… y abordable.
Eres muy activa en foros, cursos y másteres. ¿Cómo influye tu propia adaptabilidad en la manera de aprender y cómo transmites ese impulso al equipo?
Influye en todo. La formación es básica: terminar una carrera es solo el inicio. Aprendes haciendo y formándote continuamente. Hoy la velocidad es tal que acabas un curso de inteligencia artificial y ya necesitas reciclarte. Lo transmito con el ejemplo y animando a que cada cual busque nuevas experiencias. Como pyme, si no sales fuera a palpar otros mundos, no creces. Digo que soy “egoístamente activa”: lo considero parte de mi trabajo y también devuelvo a la sociedad lo recibido con “extraescolares” altruistas —charlas en universidad, foros—, porque a mí me habría ayudado escuchar la realidad del “barro”. Además, en esos espacios ves el “click” en la mirada de la gente joven… y conoces al talento que mañana llamará a tu puerta.
Una empresa centenaria convive con nuevas generaciones. ¿Cómo se logra que la adaptabilidad sea un puente entre experiencia y juventud?
Buscando la cuadratura del círculo. No creo que la juventud sea “peor”: es diferente, como lo fuimos nosotros. Sí percibo valores que se diluyen, como la cultura del esfuerzo. Detrás de un premio o de un buen resultado hay muchas horas y muchísima lucha, y eso a veces no se cuenta. Las redes han alimentado cierta inmediatez, pero no debemos olvidar que detrás de un perfume que recomienda un influencer hay una fábrica… y, sin fábrica, no hay perfume ni influencer. También tenemos el reto de convivir con estilos de crianza y límites distintos: antes un “no” era “no”; hoy a veces es condicional, y eso puede debilitarnos. Todo esto convive en la empresa y hay que gestionarlo: integrar a quienes vienen de otra cultura con quienes se incorporan ahora. Es complejo, sí, pero también apasionante.
Una de las claves de Campus Fundación Ibercaja es preparar a las empresas y a sus equipos para entornos cambiantes. ¿Qué papel juega la formación para afrontar los retos de la transformación empresarial?
Toda. Quien crea que ya lo sabe todo tiene poco recorrido. Hay gente joven muy preparada —especialmente en lo tecnológico— y mi generación ha tenido que aprender de sus padres… y de sus hijos. La primera vez que oí “ChatGPT” fue por mi hija. Por eso la formación, unida a la curiosidad permanente —preguntarte el porqué, el para qué y cómo integrarlo en la empresa—, te permite adaptarte mejor y con menos dolor. En entornos cambiantes, aprender siempre es la única estrategia sostenible.

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