Los retos del gobierno en las fundaciones

Los retos del gobierno en las fundaciones
El gobierno de las fundaciones se caracteriza por el reparto de poder entre un director ejecutivo remunerado, con plena dedicación a su trabajo, y un patronato o integrado por miembros voluntarios que prestan una dedicación a tiempo parcial. El buen gobierno de la organización descansa, en gran medida, en el correcto funcionamiento de esta relación.

El enfoque tradicional sostiene que al patronato le corresponde fijar la política institucional, mientras que el director ejecutivo, junto con su staff, debe centrarse en gestionar. El problema es que nadie sabe distinguir donde termina la política y comienza la gestión.

Por esa razón, no es infrecuente que los directores de las fundaciones se lamenten de que el patronato o bien cumple una función puramente decorativa o, por el contrario, se inmiscuye en asuntos que no son de su competencia.
Los miembros del patronato, por su parte, suelen quejarse de que el director ejecutivo no les informa suficientemente y que sólo se acuerda de ellos para pedirles dinero. Nadie parece encontrar su sitio, ni saber cuál es su función. 

En realidad, existe una enorme confusión sobre cuál es la contribución que deben hacer los miembros del patronato a las fundaciones. La realidad nos enseña que muchos patronatos están integrados por un conjunto de personas relevantes, ocupadas en tareas intrascendentes y rutinarias. Ni los patronos tienen claro cuál debe su aportación específica ni la organización sabe bien cómo aprovechar sus capacidades y talentos. 

Resulta muy oportuno plantearse qué valor están prestando actualmente los patronatos a las fundaciones y dónde deben focalizar sus esfuerzos. Los patronatos que tienen sus prioridades claras han conseguido hacer de sus organizaciones un referente en la excelencia del gobierno. Es cierto que muchos patronatos son poco eficaces, pero también es verdad, que cuando un patronato “funciona” su desempeño es mejor que el de cualquier consejo de administración de una empresa. Es difícil encontrar el compromiso y dedicación de muchos patronatos en los actuales consejos de administración de nuestras empresas. 

Para tener éxito en esta tarea es necesario contar con un órgano de gobierno profesional y comprometido con la misión de la organización; un órgano que sepa responder con rapidez a los cambios y adaptar la organización a los nuevos desafíos.

Ahora bien, este reto será difícil de conseguir si en la fundación no existen procesos y políticas claras en relación con la selección, formación y evaluación de los miembros del patronato.
La mejor herencia que el patronato y el director pueden dejar a la fundación es un órgano de gobierno eficaz. Ese capital institucional es la mejor garantía para la sostenibilidad de la organización. El futuro de las fundaciones excelentes no depende de carismas personales sino de valores y prácticas de buen gobierno. La mejor manera de hacerlo es impulsando y legando a la organización unas políticas de buen gobierno. Emplearse en ello es una tarea que merece la pena acometer.

Javier Martín Cavanna
Fundador y director de la Fundación Haz

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